MARINDIA
AMERICO EL CARPINTERO
LA VIEJA INTERBALNEARIA
PEPITO Y LAS COMADREJAS
En la casita de Marindia compartíamos los veranos en familia. Después de casarnos y tener nuestra familia de todas formas todos los febrero nos acomodábamos en la casa, Francisco y Sonia (más adelante Nathalia y Pablo), Daniel, Margarita, Ana Laura y yo. Algún año nos acompañaba Fernando mi hermano y/o Andrea la hermana de Sonia,
Tío Giordano, al que cariñosamente y para facilitar la pronunciación de ese nombre tan rimbombante y poco usual, alguno de mis hermanos había apodado Pepito, siempre estaba en su casita del fondo.
Les cuento que las comadrejas habían hecho un nido en el techo de la casa de Pepito, por lo que su obsesión era cazar tan dañino animal.
Para ello había hecho una trampa, la ponía de noche a la salida del caño de desagüe del techo y cuando la comadreja quedaba atrapada se cerraba la puerta y ahí se procedía al sacrificio del animal. Esa noche estaba especialmente oscuro, no había luna y la oscuridad de Marindia es imponente al no haber muchos focos de iluminación, entonces al sentirse el chillido en la jaula, fueron corriendo, el tío, Daniel, Francisquito y Fernando.
En eso… unas manos inexpertas hicieron una mala maniobra, la jaula se abrió, la comadreja se escapó, el tío se enojó mucho y en el alboroto el que pagó los platos rotos fue Fernando, el que no atinó a decir nada.
Cuando entraron a la casa Fernando nos miró lloroso y nos dijo "yo no fui" y ahí el verdadero culpable dijo ¡fui yo!. Daniel con la mirada esquiva no sabía que decir, ninguno se había animado a contradecir a Pepito así que quedo por esa y las culpas se la llevó el menor.
Después del susto, del ataque del feroz roedor y de la confusión generada nos reímos con ganas, sacándole el peso de la culpa al adolescente.
Como consecuencia la comadreja se salvó y nos quedó el recuerdo en un rincón.
María Teresa (Tití)
EL CONDUCTOR
Los días de verano, los pasabamos en la casita de Marindia.
La camioneta Commer quedaba en el balneario, ya que Francisco se iba a trabajar en ómnibus.
Una tarde, mientras hacia mis labores en casa, me pareció sentir el ruido del motor, asomandome a la puerta, pude ver a Alejandro colgado de la parte trasera y el auto marchando decidiamente por la calle.
“Ale tirate” grité inmediatamente, cosa que Alejandro hizo inmediatamente, mientras tanto la camioneta siguió dando vueltas como una calesita por las calles de Marindia, girando alrededor de la manzana.
Todo esto debido al hecho que Daniel Cal y Fernando que eran los conductores, solo sabían ir hacia adelante, asi fue que tocando varias cosas (tachos de basura, arbustos, montones de arena) volvieron nuevamente a la puerta de casa.
Con el tiempo, la vieja Commer fue cambiada por una Citroen Ami 8, a la hora de la siesta, mientras casi todos dormiamos amodorrados por el calor veranigeguo, Fernando, Ale, Paty y la Tia Angela, vestida con su delantal blanco, salían a pasear con el auto por las calles de Marindia.
Un lindo zafari por las calles de tierra y llenas de pozos, “agarro por acá ?” preguntaba Fernando y todos decían que si, otras veces eran ellos los que decían al conductor por donde pasar.
Así pasaban las tardecitas de Marindia, entre dunas de arena, pinos, colas de zorro y el olor a marcelo.
Cada calle tenía su historia de pozos, pero cada uno veía algo especial en aquellas vias amarillas, alguien alguna vez vió una víbora larguisima cruzar, otro una araña negra que esperaba el pasar del auto, algún otro una perdiz escapando de un zorro, torcazas y palomas eran la distracción de Patricia, la Tía Angela contaba las florcitas y comentaba el avance de la civilización en el balneario.
Terminando con mi tarea, los esperaba, llegaban felices y contentos, riendose y comentando que la Tía los hacía ir por calles desconocidas y lejanas.
El conductor bajaba queriendo esconder su carita pero sonreía
me daba las llaves,pero yo intuía que al día siguiente se iba a producir el milagro.-El conductor que esquivaba los pozos con gran entereza,-
De relatos de mis hijos 2003 Teresita Maseda
PESCA A LA ENCANDILADA
La blanca luz del farol a mantilla, rompía la oscuridad de la playa desierta.
La brisa del mar nos traía las voces de quienes habian quedado en la arena aún tibia por el calor de la jornada, risas y gritos se confundían con el romper de las olas que aparecían sin avisar estrellandose con gran estruendo contra la costa.
Cada ola que pasaba nos obligaba a levantar el farol por encima de nuestras cabezas, a su vez, cada vez que una se acercaba, traía nuevos pececitos y la red que Daniel tenía fuerte entre sus manos, por un momento se llenaba de majuga de pejerreyes y mojarritas.
Mitad de ellos volvian a liberarse quando la ola sucesiva levantaba la red y Francisco inutilmente intentaba tenerla en el agua para evitar el desastre.
Mientras tanto el farol se subía y se bajaba, las gotas salpicaban en el vidrio y el vapor que se formaba me impedian ver lo que sucedía a mi alrededor.
Desde la playa gritos y risas se sentían cada vez más lejos, señal inequivocable que nos estabamos alejando de la orilla.
Volviamos luchando contra la corriente a acercarnos a la costa para volver nuevamente a alejarnos en busca de pececitos.
El titiritar de los dientes y el frio intenso nos hacian abandonar nuestra pesca, con el botín en la red y los pantalones empapados, volviamos a la orilla para encontrar los familiares que nos estaban esperando, Sonia, Tití, Francisco Pedro, Nathalia, Paolo, Margarita, Ana Laura, Daniela, Alejandro y Patricia, se turnaban en las noches de pesca a la encandilada, esperando en la oscuridad absoluta guiados por el resplandor de la luna que nos hacia compañia apareciendo como una imagen sagrada en el horizonte marino.
Volviamos a casa despertando a los vecinos con nuestra charla y carcajadas, allá nos esperaba Teresa que con paciencia y mucho empeño, cocinaba la magra pesca en la garrafa de tres quilos apoyada en la mesa de cemento.
Masticabamos las mojarritas con ganas, comiendonos la crocante cabeza sin pensar a nada.
Lindos recuerdos, momentos hermosos pasados juntos en familia y alegria.
Fernando