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RECUERDOS DE LA VIDA/RICORDI DELLA VITA

El corso de Colòn y el partido contra Bolivia

El corso de Colòn y el partido contra Bolivia

Era verano del 78, una de esas noches de calor insoportable donde no corre una gota de aire y la única brisa que pasa se va perdiendo chocando contra los muros hirvientes.

Con la vieja Commer de mi padre, disfrazados de piratas, armados de pomos y espadas, nos fuimos para el corso de Colòn.

El viejo, que en su bien cuidada Commer no tenia radio, antes de salir agarró el auricular y la radio Spica, la puso cuidadosamente en la bolsa de mi madre y nos fuimos para el corso.

Estacionamos por Garzòn y Casavalle, obligados por el corte de Garzòn en el lugar que empezaba el desfile de carnaval.

Bajamos corriendo del auto, papà estacionó subiéndose a la ancha vereda de la calle Casavalle y nos encaminamos para el corso.Escondiendo los pomos de la policía, para evitar que los cortaran, nos fuimos adentrando en la fiesta, cabezudos, serpentinas, papel picado, bombas de agua, pitos y música.

Los carros alegóricos eran muchos, cabezas de dragones o animales marinos que se movían a abriendo y cerrando ojos y bocas al pasar, niños y niñas disfrazados corrían por la vereda esquivando los cabezudos que con su enorme cabeza te perseguían por todos los rincones de aquel Garzòn lleno de gente que reía y se divertía.

Todos menos uno, desde hacia unos cuantos minutos, mi padre se había apartado de nosotros y caminaba contra las casas, sin interesarse minimamente de lo que estaba sucediendo por Garzòn.Cada tanto, cuando los gritos y el ruido se volvían insoportables, se llevaba una mano al oído, después cuando la algarabía pasaba, volvía a meter la mano en el bolsillo y seguía caminando, dando una ojeada cada tanto para ver por donde andábamos.

Siguendo los carros alegóricos y alguna comparsa improvisada que tocaba desentonando los tambores, llegamos hasta la Plaza Colòn, una multitud parada delante al Olimpia recibió el colorado cortejo con serpentina, aplausos y papel picado. 

Mi padre se sentó en uno de los bancos, y allí quedo, ensimismado en algo que yo no lograba entender.Poco a poco, otros veteranos se fueron acercando al banco donde el viejo se había acomodado y en pocos minutos se formó un grupo de diez o quince personas.

Hasta un policía de la seccional se había unido al grupo y ni siquiera miraba los pomos que aprovechando de la impunidad, habíamos sacado a relucir y vaciamos una y otra vez contra otros niños indefensos.

El nutrido grupo de personas que rodeaban mi padre, estaban atentos y preocupados, cada tanto gritaban y agitaban los brazos, insultaban y movian la cabeza desconsolados.

Cuando llegò el ultimo carro alegorico, la multitud que se habia agolpado en la plaza, invadiò la calle, todos se volvian para sus casas, menos el grupo que ahora era aun más numeroso y rodeaba mi padre que ya no se metía la mano en la oreja, sino que con la radio Espica apoyada en sus rodillas, alzaba el volumen para hacer sentir a los demas una transmisiòn.

Con mis hermanos nos acercamos al grupo, empujando para estar mas cerca y escuchar de que se trataba, justo en el momento que el relator, desde los parlantes de la radio anunciaba la triste noticia: Bolivia nos había ganado y estábamos afuera del mundial.

En silencio y cabizbajos, el grupo se disolvió, papá apagó la radio y empezó a caminar contra la multitud que se dirigía hacia la plaza.

Volvimos a la Commer callados, jugando con la poca agua que habia quedado en el pomo, mirando de reojo nuestro padre que con las manos en los bolsillos y la mirada fija en las baldosas, no abrió boca, subió al auto, tomó Garzòn y nos volvimos envueltos en aquella mezcla de alegría y tristeza sin entender en realidad cosa había sucedido aquella noche de carnaval.

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