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RECUERDOS DE LA VIDA/RICORDI DELLA VITA

EL COMETA HALLEY

EL COMETA HALLEY

Corrian los años ochenta y en los cielos del sur del mundo hizo su aparición un cometa, el famoso cometa Halley.

Infinitas noches de marzo mirando el cielo tratando de localizar su larga cola, siguiendo las indicaciones de los astronomos, pero la via lactea con su explendor no dejaba entrever el nuevo invitado de honor.

Una noche fresca y sin nubes, cansado de buscar sin obtener respuestas, me fui caminando con el largavistas hasta la cancha de Carafí, esa que queda inmediatamente despues de la vía de la tablada.

La oscuridad era total, el resplandor de los millones y millones de estrellas sobre mi cabeza daban un toque magico al ambiente, todo a mi alrededor era noche, la madrugada complice me acompañaba en mi desesperada busqueda.

Recorriendo el cielo con el objetivo, vi pasar los siete cabritos, la cruz del sur, las tres marias, pero del cometa Halley ni la más minima huella.

De repente, como por arte de magia, una mancha en el cielo me hizo volver hacia atras en mi recorrido, ajustando el objetivo, pude ver algo que quedó absolutamente marcado en mi memoria y en mi corazón, allá, perdido entre las estrellas, con su color azul-blanco, estaba el cometa que Halley habia descubierto ochenta años atrás, infaltable a su cita había llegado nuevamente despues de su increible viaje entre galaxias y planetas, trayendo nuevamente su luz.

Casi paralizado por el descubrimiento, me quedé parado en el mismo lugar por cinco minutos, observando sin quitar el ojo del lente una de las maravillas más imponentes de la naturaleza, despues, casi sin darme cuenta, me puse a correr por las calles oscuras y desiertas de esa noche montevideana, tropezando aqui y allá con piedras y troncos, despertando los perros del vecindario que siguiendo mis pasos, me corrieron hasta Propios para volverse para atrás a continuar su sueño interrumpido.

Subí las escaleras a toda velocidad, saltando los escalones de dos en dos y abriendo de un golpe el postigón, desperté a mis padres, quienes entre dormidos no entendían que estaba sucediendo.

“El cometa, allí está el cometa....”, desde la cama se veía su cola, menos luciente que en el baldío oscuro, pero con un explendor incomparable, Halley estaba allí, nuevamente entre nosotros...

Fernando

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